Miro por la ventana, el sol baña mi piel. Ayer perdí el bus, llegué empapada a casa, las llaves se me rompieron al hacer demasiada fuerza para abrir el pestillo de la puerta, siempre está muy duro. Pero ese día no podía pasar, me quedé mirando como las gotitas me mojaban... ¿podían hacerlo más de lo que ya lo estaba? Desde el jardín escuchaba como sonaba el teléfono, esa llamada tan importante que debía de contestar, no paraba de sonar. Saqué mi móvil: 615... Batería baja.
- ¿Es que algo peor puede ocurrir?
Por qué siempre hacemos estas preguntas, si solo sirven para hacernos tragar nuestras palabras.
Las luces de la calle se apagaron, el teléfono dejó de sonar.
Intenté saltar la cancela de mi casa, me resbalaba una y otra vez. Pude poner un pie en un huequito, pero el huequecito se derrumbó y con él yo también, caí al suelo. Sonaron derrapar unas llaves, no me acordaba de que la llave que se había roto era la de la puerta de mi casa, no la de la cancela. Tenía que levantarme, me dolía la cabeza, mi bolso se empapaba, era demasiado tarde... pero no quería hacerlo, me dediqué a contemplar las pocas estrellas que desde mi jardín se veían.
- Maldita polución.
1, 2, 3, 4... ¿4 estrellas? Tan sólo 4 estrellas que inundaron mi pensamiento durante toda la noche.
1, 2, 3, 4. 1, 2, 3, 4. 1, 2, 3, 4... de cuatro en cuatro, como las gotitas que me empañaban la cara, un continuo goteo sobre una superficia mojada que al ir llegando a sus labios se iba haciendo salado.
- Menos mal que soy afortunada. La vida no me puede ir mejor - sonreía.
- Llora - dijo alguien - llora porque hoy puede haber sido el peor día de tu vida, pero sonríe, porque mañana será un feliz día, como el resto de 364 días...
Y al abrir los ojos, un arcoíris despampanante se reflejaba en la apagada pantalla de su móvil...