domingo, 12 de septiembre de 2010

Caladas de madrugada

Yann Tiersen - Sur le fil


Dejó de mirar tras la húmeda ventana y se dispuso a abrirla.

Entre sus dedos se consumía placebo barato que hacía unos minutos había comprado. El humo se mezclaba con el aire, casi invisible solo para los despistados. Describían ondas, espirales, círculos...
Retorciendo su pelo con los dedos, ella le daba profundas caladas, buscando encontrar algo que le guste del tabaco que le hiciera realmente fumar.
El frío calaba sus huesos, pero no le importaba. No se levantaría para ponerse alguna prenda más, bastaba con su chaqueta y su ropa interior.
Dejaba colgar sus piernas al vácio, a unas 5 plantas del asfalto. Las escaleras de emergencias estaban congeladas pero a ella le gustaba notarlas bajo sus manos y el marco de la ventana bajo sus pantorrillas. Encojía y apretaba los dedos de sus pies, haciendo crujírlos Odiaba ese sonido pero en aquel momento le reconfortaba, le hacía sentir menos sola.
Los pensamientos iban y venían, pululaban en el aire, como las amargas caladas de muerte que se camuflaban bajo humo, ondeante humo que describe formas tan bonitas. Sólo las personas solitarias pueden pensar que el humo del tabaco describe formas bellas, despreocupadas y moldeables, que déjan llevarse por la corriente sin voz ni voto.

El móvil no dejaba de vibrar sobre las sábanas de su cama, iluminába toda la habitación de luces apagadas, parpadeantemente y alertando. Pero ella no quería ni mirar quién podría llamarla un lunes a las 3 de la madrugada.
Aquella persona del otro lado del teléfono tendría que esperar.