Realmente no querían conversar, simplemente verse, saber que aún existían. No tenían nada nuevo que contarse, ni un chisme que soltar. Pero a ella no le gusta nada que la gente se quede callada:
- Bueno, bonitas navidades, ¿no? - dijo sin saber realmente qué decir.
- Como todas; frío, luces, gente, compras, regalos, noticias buenas, noticias malas...
- ¿Te dieron alguna noticia mala? - se preocupó.
- No - dijo despreocupadamente.
- ¿Te han regalado algo? - se empeñaba en sacar un tema de conversación, el silencio es algo incómodo.
- No - respondió de igual manera.
- ¿Has comprado algo? - exijía ya una respuesta de más de una sílaba.
- No.
Ella le miró extrañada. Comprendió que no era momento de empezar una conversación.
Echó su vaso a un lado, ya frío (la nata le da náuseas). Él removió su colacao y se lo tomó de un trago.
De nuevo se hizo el silencio, cosa que la molestó demasiado.
- Qué sueño - dijo él bostezando.
- Pues vete a dormir - dijo enfurruñada.
- Sí, me voy a la cama - recogió su vaso y lo puso en el fregadero - luego nos vemos.
- Yo... hasta luego - murmuré.